sábado, 14 de junio de 2008



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Necesito creer que la vida no es tan complicada. Es más, me gustaría creer que en realidad ésta es sencilla y que sólo somos nosotros los que la complicamos. Cuando recupere la fe en estas cosas, saldré al parque, ¿sabes? Ya parece verano en la ciudad de las prisas sordomudas. Y puede que este sol que de repente calienta con furia me dé en la cara. Y ya sólo por eso yo sonría. Como ella. Soy grande para subirme a los columpios, soy capaz de atascarme en el tobogán. Pero quizás me siente en la hierba, fresca gracias a la sombra de los prunos y mire como la pequeña gente apta para estas cosas se ríe. Sin más.

Porque los niños tienen el superpoder de reír, así, sin más. Visto desde fuera podríamos decir que ríen por nada, que ríen sin motivo. Pero no. Es sólo que los niños ven cosas que algunos adultos ya no pueden ver. Yo lo sé, quizás porque llevo toda la vida poniéndole empeño al no crecer, huyendo de las “adulteces”. Y veo cosas. A veces son caras en la arena. Otras veces es una hormiga que, cargada con una monstruosa cáscara de pipa se choca una y otra vez contra la rebaba del bordillo, tozuda, sin soltar su tesoro y sin saber muy bien qué pasa. Y eso hace risa, oye. Luego puedo ponerme el antifaz, como los que llevan los mosquitos disfrazados de superhéroes de mis sábanas preferidas ( http://www.fotolog.com/puedovolar/23851760 ) y empujar a la insistente hormiguita de lo que imagino será su culo de hormiga con una hojita a modo de ascensor para que siga, hacendosa, su camino. Y sentirme bien y sentirme feliz por haber resuelto el caos de su, de nuevo, ordenado universo.

Ver robots programados en los ojos de los perros y arriesgar mi vida en una supersecretamisión para salvar a los habitantes de Canún. Y así abrir el apetito para la merienda, siempre a punto, de pan con chocolate. Porque hay cosas, como la merienda que prepara mamá, con las que siempre puedes contar. Y eso es algo grande. Vienes de salvar al mundo y no hay mejor recompensa que una onza de chocolate con pan de leche. Yo lo sé. ¿Acaso tú no?

Entonces quizás deberías abrir bien los ojos. Porque ya hace tiempo que te estás perdiendo cosas buenas.

Deja que el sol te bañe el rostro. Y sonríe. Lo demás vendrá solo, poco a poco. No te permitas desaprender porque no merece la pena enterrar lo más grande que nunca hemos sido: niños.



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