
Tomatito Encebollado vivía sin preocupaciones.
Comía,
chupaba,
volaba,
tomaba el sol,
jugaba con las horas,
miraba la luna,
contaba estrellas,
olía las flores
y miraba la vida pasar.
Era libre de ir o venir. De quedarse o marchar. De subir o bajar. Era LIBRE, sin más. Pero Tomatito Encebollado no era del todo feliz. Porque te echaba de menos a ti.
- ¿Cambiarías tu libertad por vivir encadenado al amor? – Le preguntó Tomatito a la Flor.
- Ja, yo ya vivo encadenada al suelo. ¿Qué más me da, Tomatito? – Le respondió la flor.
Todo es tan relativo. Todo.