miércoles, 3 de noviembre de 2010

Porque aquí no hay nada muerto, sino medio dormido.




















A veces, sólo a ratitos que rara vez van más allá de las horas que debiera tener una noche que le muerde el despertar al día, la vida parece detenida. Y los momentos abrazados de la amistad de alma son como siempre. Las risas también. Alguna arruga más, puede. Pero los mismos ojos que no han dejado de soñar siguen brillando como las farolas bajo la lluvia que limpia Madrid. Y aunque luego tenga dos días lo de dentro por fuera y al revés, lo volvería a hacer.

Otras veces, superando el “lumartes”, aparece alguien que sin ser y no sé yo cómo pues, me pone la piel de gallina y me hace abrir un nuevo documento, ya ves lo que estoy haciendo. Y sólo sé decirle, te cuento, encantada de conocerte, te cuento siempre que quieras escuchar. Ahora está todo en silencio. Y esas cosas me emocionan. Porque el silencio siempre ha abierto puertas que no siempre se pueden cruzar, por falta de fuerzas, por miedo quizás. Por saber que detrás del eco que deja la última risa infante del día, habita la soledad.

Entonces cierro los ojos y trato de dormir, mientras espero, hoy sí, que a eso de las dos, decida venirse a la cama, conmigo, y con esos ojos a medio abrir y a medio cerrar, diga su inconfundible “mamá” mientras sus manitas me buscan en la oscuridad, seguras de encontrarme.

Justo ahí cobran vida los sueños, ¿sabías?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Justo ahí cobran vida los sueños"

Como ya es habitual, emocionado texto lleno de vida y esperanza, realidad a flor de piel, silencios que abruman, miedos que preocupan.

Escuchemos. Escucharemos.

Y, por supuesto,
encantado de conocerte.

Maluz dijo...

Y encantada yo.