lunes, 31 de marzo de 2008



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Una vez pensé que el día que viera la tierra del azul del mar sin duda me hallaría en el cielo. Pensé que las montañas, azules, serían para mi tierra, como las nubes para el firmamento. Bellas, suaves, distantes, invitando a soñar. Y cierro los ojos para pintar infinitos y me atrevo a soñar. Hoy sí.

Entonces pienso en las estrellas. Y aparece un farol. Está apagado pues es de día. Tú me dijiste que ni de noche nos haría falta su luz porque desde que me conociste ya no hay oscuridad. Sé que eso lo dices un poco por decir, no creas. Yo sigo siendo la misma chica de contrastes y claroscuros que ríe cuando llora y llora cuando no puede más. Esa justa mezcla de melancolía y ataque de risa, de cara seria al bromear. La del humor ácido y la bordería siempre a punto de desbordar. La de las comisuras húmedas, mendiga de abrazos. La que escribe cuando quiere gritar y calla, prudente, si la felicidad pasa en procesión bajo mi ventana de venecianas (verdes). Pero si mi luz te sirve, te la regalo toda. Si mi luz te alumbra, cógela... yo, aún con ella, a veces me choco con las puertas... no sé, quizás esté hecha para ti.

Después me dijiste que me llevarías al fondo del mar. Que me cogerías de la mano al descender para que cuando estuviésemos rodeados por el todo y por la nada de las profundidades yo te sintiera a mi lado. De la mano tú y yo, uno, y agua todo lo demás. Yo no te dije nada, pero en ese momento (con los ojos cerrados, recuerdo), me estremecí al pensar que la felicidad pudiera estar tan cerquita de la playa de la que acabábamos de volver.

Y ahora me doy cuenta de la grandeza del azul que siempre he vislumbrado en un día tal, pero que nunca he llegado a comprender en toda su plenitud pues mi corazón late en rojo, bombea, resbala y sangra. El azul es más que lágrima, más que melancolía, más que deseo, más que sueño, más que mañana, más que morriña, más que carne de gallina. El azul es cielo, el azul es mar, el azul es, ahora, tierra. El azul es felicidad.

El azul es, también, el color de tus ojos.

Quizás he llegado, sin saberlo, al cielo. Quizás. Pero déjame, de momento, que los míos los mantenga cerrados que ahora mismo no puedo permitirme el lujo de despertar y no verme azul.



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1 comentario:

yole dijo...

Las estrellas se endulzan con tu mirada...(me lo han dicho)

Besos agradecidos.