viernes, 19 de septiembre de 2008

Aquí vive Alba



.



Aquí vive Alba.


Llevamos 24 semanas compartiendo piso/tripa. Bueno, la verdad es que para ella esto es más bien como un hotel, porque no friega ni hace camas. Ni siquiera cocina lo que (con tanto apetito) se come. Tampoco es que yo haga muchas de esas cosas… los abuelos nos miman en exceso, me temo.


Yo sería muy feliz sabiendo que el hotel es de cinco estrellas y un cometa, como en los cómics de Mortadelo y Filemón. Pero muchas veces me preocupa saber que no es así. No es la mejor habitación y no sabes cuánto lo siento. El estar gorda, la tensión que cuando tiene que bajar no baja, en definitiva, el no haberme cuidado un carajo en toda la vida… ahora lo vas pagando tú y eso me pone triste por las mañanas cuando te miro. Duermes plácidamente y yo te acaricio, por eso estoy llegando tarde a trabajar toda la semana, me gusta acariciarte y me olvido de las cosas ahora menos importantes. Para colmo voy y te regalo un resfriado de campeonato, fiebre incluida. Pero ya me ha dicho la doctora que para ti es peor la fiebre que el paracetamol. Yo no lo sabía, por eso fui al médico. Y parece ser que ésta es la primera vez que te dejan drogarte legalmente ¿Qué te parece? (no te acostumbres mucho que luego todo esto se paga).


Ahora cuando camino por la calle es frecuente verme tocándome la tripa. Antes trataba de meterla para que no se notara, sobre todo cuando caminada delante de chicos más jóvenes que yo (una estupidez como otra cualquiera, no creas que no me da un poco de vergüenza admitir estas cosas, pero bueno), pero llega un momento que la tripa no se mete por mucho que tú lo intentes… no… ¡qué va!, lo que pasa es que llega un momento en que te sientes orgullosa de lo que eres o, al menos, de lo que vas a ser. Supongo que en embarazos más “previstos” (digámoslo así a partir de ahora porque decirte no deseada no sería cierto) te sientes orgullosa mucho antes y no andas haciendo esas tonterías que yo hice. Pero así fue y no tiene sentido negarlo.


Por todas estas cosas yo sé que es casi seguro que éste no es el mejor hotel del mundo, pequeña. Pero a mí nunca se me ha ido la vida en tener dinero (claro que puedo cambiar de opinión el día que lo tenga a espuertas… ¿no?), no creo que se necesite beber agua del grifo en cristal de bohemia soplado por artesanos del siglo XVII para darte cuenta de que cada vez sabe más a cloro, a mí me sirve mi vaso enorme de Pinocho, de plástico duro que regalaban en el Burger… allá por el siglo XX (que, además, si se te cae no se rompe). Lo que sin duda sí sé es que, cada noche, encontrarás sobre tu almohada un bombón o un caramelo. Para que sepas que, pase lo que pase, no habrá nadie en el mundo que te quiera tanto yo te quiero.



.

martes, 1 de julio de 2008



.


Caminaba sola.

¿Qué esperas de Hoy?

Estar orgullosa cuando sea Mañana.

Siguió caminando.




Hace tiempo que he olvidado las buenas costumbres. Al menos algunas buenas costumbres. Hace tiempo que me reprocho no estar dejándole escrito al Saltamontes (antes Murciélago, antes Habichuela) un diario, al menos unas anotaciones que, lea o no lea en el futuro (siento decir, no muy lejano), contribuyan a la flaca memoria de la despistada Mamá. Quiero acordarme de lo bueno y de lo malo hasta que el tiempo, censor y viejo amigo, convierta lo malo en menos malo y lo bueno en excelente.
,


“Hoy me he despertado empapada. Mitad en sudor, mitad en lágrimas. Soñaba que abortaba, nada extraño, al fin y al cabo hoy era el día. No te conozco, no te noto, apenas te siento. ¿Cómo puedo, entonces, quererte como te quiero?

Nadas. En tu mundo exterior que es mi mundo interior, nadas. Yo creo que ya sonríes. Yo lo haría si estuviera en tu lugar. Sí, sonríes. Y te dejas llevar. Flotas, sueñas.

Dentro de poco quizás te chupes el dedo. Yo fui toda una campeona en eso. Y cuando mi fuera era el dentro de tu abuela ya lo hacía con pasión. Ellos oían ruidos extraños. A mí no me pillarán por sorpresa. Ahora sonrío yo.”


.

sábado, 14 de junio de 2008



.


Necesito creer que la vida no es tan complicada. Es más, me gustaría creer que en realidad ésta es sencilla y que sólo somos nosotros los que la complicamos. Cuando recupere la fe en estas cosas, saldré al parque, ¿sabes? Ya parece verano en la ciudad de las prisas sordomudas. Y puede que este sol que de repente calienta con furia me dé en la cara. Y ya sólo por eso yo sonría. Como ella. Soy grande para subirme a los columpios, soy capaz de atascarme en el tobogán. Pero quizás me siente en la hierba, fresca gracias a la sombra de los prunos y mire como la pequeña gente apta para estas cosas se ríe. Sin más.

Porque los niños tienen el superpoder de reír, así, sin más. Visto desde fuera podríamos decir que ríen por nada, que ríen sin motivo. Pero no. Es sólo que los niños ven cosas que algunos adultos ya no pueden ver. Yo lo sé, quizás porque llevo toda la vida poniéndole empeño al no crecer, huyendo de las “adulteces”. Y veo cosas. A veces son caras en la arena. Otras veces es una hormiga que, cargada con una monstruosa cáscara de pipa se choca una y otra vez contra la rebaba del bordillo, tozuda, sin soltar su tesoro y sin saber muy bien qué pasa. Y eso hace risa, oye. Luego puedo ponerme el antifaz, como los que llevan los mosquitos disfrazados de superhéroes de mis sábanas preferidas ( http://www.fotolog.com/puedovolar/23851760 ) y empujar a la insistente hormiguita de lo que imagino será su culo de hormiga con una hojita a modo de ascensor para que siga, hacendosa, su camino. Y sentirme bien y sentirme feliz por haber resuelto el caos de su, de nuevo, ordenado universo.

Ver robots programados en los ojos de los perros y arriesgar mi vida en una supersecretamisión para salvar a los habitantes de Canún. Y así abrir el apetito para la merienda, siempre a punto, de pan con chocolate. Porque hay cosas, como la merienda que prepara mamá, con las que siempre puedes contar. Y eso es algo grande. Vienes de salvar al mundo y no hay mejor recompensa que una onza de chocolate con pan de leche. Yo lo sé. ¿Acaso tú no?

Entonces quizás deberías abrir bien los ojos. Porque ya hace tiempo que te estás perdiendo cosas buenas.

Deja que el sol te bañe el rostro. Y sonríe. Lo demás vendrá solo, poco a poco. No te permitas desaprender porque no merece la pena enterrar lo más grande que nunca hemos sido: niños.



.

jueves, 22 de mayo de 2008

Miedo

.


Llevaba un par de horas estudiando en la cama, con el portátil sobre la almohada. Ya no podía más, los ojos se me cerraban. Apagué el ordenador, me metí entre las sábanas y abracé la almohada. Estaba caliente del contacto con el portátil. Es lo más parecido a sentirte cerca que he tenido esta semana. Luego todo se enfrió. Entonces volvieron las lágrimas. No me importan las que mojan mi rostro. Me asustan tremendamente las que caen por dentro. Ésas que tú nunca ves.

Y ya no sé si soy sólo yo la que las derrama.

Encendí de nuevo el ordenador y busqué, entre miles de canciones, la canción más triste del mundo. Empieza en una habitación, la soledad echando un pulso a las sombras, una chica tremendamente asustada y una canción de fondo. Calor artificial y sábanas mojadas. Y en los cristales golpea con furia viento que anuncia tormenta. Y más allá sólo oscuridad. Y más acá, nada.


.

martes, 20 de mayo de 2008




.



Para los días en los que parece
que nada puede ir mal,
y a pesar de pareceres,
se tuercen. Se tuercen al despertar.


Regalo dosis de alegría
que de tanto regalar,
me olvidé de la mía...
La busco y ya no está.


Me golpea el egoísmo
del no querer contestar,
de esa voz enlatada de señora
que me dice que no estás.


Y dejo que vuele
lo poco que hoy puede volar.
Imaginación que da alas
de sueños que dan realidad.


Pero por dentro, sola.
Aunque algo lata al compás...
No sé si quiero seguir.
Hay días que no puedo más.


.

miércoles, 14 de mayo de 2008




.

Hola. Siento las ausencias. Lo pienso cada día. Y cada día me juro que volveré a veros, es necesario para mí saber que todo está bien por aquí porque os echo de menos. Pero al final, cada día, me acabo jurando que de mañana no pasa. Que hoy, al final no, pero mañana sí. Y cuando mañana es hoy, mañana sigue siendo mañana. Y todo se convierte en el cuento de nunca acabar.

La verdad es que mi vida, desde mi cumpleaños, se ha visto sumida en un caos a ratos absurdo y asfixiante, a ratos tierno y romántico, a ratos soñador, a ratos desquiciante e hiriente. Y de un tiempo a esta parte, los ratos que más abundan son los de dolor. Y vamos a hacer un paréntesis que explique un poco esto, porque estoy bien (dentro de lo que cabe) y no quiero sustos ni malentendidos.

“Unce upon a time”... así empezaría mi cuento si en vez de cuento fuera “story”, pero es cuento así que ahí va: érase que se era una chica de Madrid, despierta, guapa, creativa y divertida, buena amiga, mano tendida, oído abierto (aquí he de puntualizar que no soy yo, sino el narrador, quién ha elegido esta, por otra parte acertada, descripción, ¿vale?). Romántica de la amistad, juraba nunca haberse enamorado en el mal sentido del término, pues bien era sabido que ponía amor en todas y cada una de las cosas que se traía entre manos. El caso es que, un buen día, brindando por los buenos momentos de amistad, conoció a... alguien (¡ay! osado narrador que a punto has estado de escribir príncipe y yo me muero de risa, pues ese alguien no es ni será, ni de lejos ni de cerca, ni delante ni detrás, nada que se asemeje siquiera remotamente a ninguna monarquía). En fin, entrometida, que yo cuento y tú te callas porque sólo quería poner en tu boca las palabras de amor que has decidido encerrar en el fondo del corazón por no sé qué cojones de “mantener una reputación”... y perdón por la expresión. A lo que iba, el caso es que la bella joven treinteañera se enamoró, viajó, disfrutó, salió de fiesta hasta no poder más, fue a conciertos, salió a cenar y entró, salió y volvió a entrar. Y de tanto acá para allá, de tanto meter y sacar ¡oh!, no nos vayamos a engañar... que París siempre ha estado lejos para venir bamboleándose enganchado al pico de ningún pajarito... pasó lo que os estoy tratando de contar.

Y entonces todo cambió. Ya nada era como debiera, aunque quizás fuera mejor (y si fuera ella la que ahora mismo hablara, lo negaría rotundamente). Mañanas de náuseas, tetas irreconocibles, inabarcables y tremendamente dolorosas. Muchas ganas de llorar. Carne de gallina. Olores que huelen mal. Sueño, cansancio y ganas de no despertar.

Y las dudas y el no saber qué pensar. Y el miedo a la soledad. Y el problema del dinero. La vivienda. El antes y el después. El no salir más. El dejar el tabaquito. Más ganas de llorar. “Se lo digo no se lo digo”. Deberías abortar. Te lo digo como amigo, tú no quieres ser mamá...

Y al final tirar pa’lante con lo que haya que tirar.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado... aunque hablando ya en verdad, no ha hecho más que empezar...




________________________________________________


Algo está creciendo.
Lo noto por dentro.
Si los ojos brillan,
brilla el cielo.
Y tus manos no me dejan de tocar.

Algo está creciendo.
Algo nuestro.
Tiemblan las sonrisas
de los labios más prietos y callo.

Y crezco.
Y pienso.
Y siento
que algo está creciendo.


________________________________________________





Y como aún hay mucha gente (papás incluidos) que no saben nada de todo esto. A partir de hoy, guardadme el secreto.


.

viernes, 25 de abril de 2008



.


Vivía la pequeña xana en su río de aguas claras, tenía todo lo que podía imaginar al alcance de sus finas manos. El bosque, los pájaros, la música, el agua, la tierra, todos sus amigos... Pero de un tiempo a esta parte, Xanaser no se sentía completa. No podía negar que era feliz, pero le faltaba algo esencial.

Su perfecto mundo coexistía con el progreso separado por alambradas y espinosas zarzas encantadas que lo mantenían a salvo de la más destructiva raza del planeta. Y dentro, todo era perfecto. Todo era feliz. Hasta que Xanaser comenzó a preguntarse porqué el adorado Sol que bronceaba su piel todas las mañanas se acostaba siempre lejos de su reino, y se despertaba, coloreando todas las cosas que encontraba a su paso, siempre tan lejos de su hogar. Si tan perfecto fuera éste... ¿por qué el gran Sol no quería vivir con ellos? Y, ¿qué decir de la bella y pálida Luna? Sólo se sentía cómoda en el bosque cuando presumida mesaba sus cabellos mirando su reflejo en el estanque de pacíficas aguas de la linda xana. Después, altiva, fría e irresistiblemente bella, hacía la noche en la más profunda distancia de su cielo negro sin siquiera mirar la vida del idílico bosque. ¿Por qué la Luna no quería tampoco vivir con ellos?

Xanaser, una noche que se bañaba en el reflejo de la Luna lo tuvo claro. Tenía que cruzar al otro lado. Quería llegar hasta donde duerme el Sol, hasta donde se acicala la Luna. Y sin decir nada a nadie por miedo a que intentaran persuadirla y lograran que desistiera de sus ansias de libertad, se marchó del bosque.

Y vivió el horror de pasar hambre, de las siempre absurdas guerras, de la avaricia, de la ambición desmedida, de la corrupción del dinero y del poder. Vivió las enfermedades, los celos, las peleas, las tristezas, las locuras. Vivió la soledad del hombre moderno, siempre comunicado pero siempre tan aislado de todo. Vivió la tiranía, la dictadura, los crímenes impunes, los robos y la violencia. Vivió la indiferencia y la enajenación. Vivió la pobreza más humilde y la riqueza más insensible.

Y durante todo ese tiempo no dejó de caminar. Buscando al Sol y a la Luna, Xanaser se iba sintiendo envejecer sin sentirse más cerca de sueños. Pero Xanaser nunca perdió la esperanza. Nunca perdió la fe en sus sueños. Nunca dejó de caminar.

Una mañana de marzo, fría y brumosa. Se despedía la pequeña ninfa de los últimos rayos de Sol cuando vio un extraño reflejo detrás de unas piedras en la linde del camino. Era un brillo intenso, irisado, magnético. De una belleza tal que por un momento la dejó sin aliento. Corrió hacia las piedras llena de ilusión, pensando haber hallado a la Luna desperezándose. Y no salió de su asombro cuando descubrió, agazapado y medio dormido a un joven varón de extraordinaria belleza que emitía los destellos que la habían guiado al compás de su regular respiración.

Xanaser no pudo encontrar ni a la Luna ni al Sol. Pero, sin buscarlo, sin esperarlo y sin saber realmente ni qué era, Xanaser encontró al Amor agazapado en un polvoriento y solitario sendero.

Y entonces supo que todo su viaje había merecido la pena. Y aunque no durase eternamente, volvería a caminar sola toda la vida si con ello pudiera sentir tan sólo un segundo más lo que sentía cuando le miraba a él a los ojos.

Ya no había alambrada, ni espinosos matorrales, ni barrancos ni enfermedades, que la pudieran detener.

Perdón por la gilipollez, ¿vale?... podéis abuchearme. Pero el amor es lo que tiene. Que es en sí mismo, gilipollas.

.

martes, 15 de abril de 2008



.

Amanecía en la sierra, al pie de la Maliciosa. Mi hermana subida a un árbol que yo no veía pero sentía. Un huevo congelado. Un globo morado. O dos. Y el andar flotando. O el haber echado a volar si no fuera porque las zarzas me sujetaban de los tobillos, heridas que, hoy martes, me recuerdan lo persuasivas que pueden llegar a ser esas plantas. Querer ser pájaro. Los nidos-chalet de cigüeñas, de amor para toda la vida. Tus ganas de volar sumadas a las mías. Vapor de besos. Sólo una nube algo tímida y sonrojada. La carne de gallina. Hacer fotos que sujeten con fuerza la magia una vez despiertos. Hacer mapa de tu cuerpo y de leyenda un tímido “te quiero” que me sorprende haciéndome la dormida. No hablar de despedidas, ni de ausencias, ni carencias. Mirar en tus pupilas y, por fin, ver más allá. Encontrar un sueño abrazada a la nueva almohada de carne y hueso. Y sentir que no se va a terminar aunque abra los ojos. Volver a volar. Ya dormiremos mañana. Odín entre mis piernas al primer descuido. Gemelos. Gemelas. Tú y yo y un amanecer en la sierra.

.

lunes, 31 de marzo de 2008



.


Una vez pensé que el día que viera la tierra del azul del mar sin duda me hallaría en el cielo. Pensé que las montañas, azules, serían para mi tierra, como las nubes para el firmamento. Bellas, suaves, distantes, invitando a soñar. Y cierro los ojos para pintar infinitos y me atrevo a soñar. Hoy sí.

Entonces pienso en las estrellas. Y aparece un farol. Está apagado pues es de día. Tú me dijiste que ni de noche nos haría falta su luz porque desde que me conociste ya no hay oscuridad. Sé que eso lo dices un poco por decir, no creas. Yo sigo siendo la misma chica de contrastes y claroscuros que ríe cuando llora y llora cuando no puede más. Esa justa mezcla de melancolía y ataque de risa, de cara seria al bromear. La del humor ácido y la bordería siempre a punto de desbordar. La de las comisuras húmedas, mendiga de abrazos. La que escribe cuando quiere gritar y calla, prudente, si la felicidad pasa en procesión bajo mi ventana de venecianas (verdes). Pero si mi luz te sirve, te la regalo toda. Si mi luz te alumbra, cógela... yo, aún con ella, a veces me choco con las puertas... no sé, quizás esté hecha para ti.

Después me dijiste que me llevarías al fondo del mar. Que me cogerías de la mano al descender para que cuando estuviésemos rodeados por el todo y por la nada de las profundidades yo te sintiera a mi lado. De la mano tú y yo, uno, y agua todo lo demás. Yo no te dije nada, pero en ese momento (con los ojos cerrados, recuerdo), me estremecí al pensar que la felicidad pudiera estar tan cerquita de la playa de la que acabábamos de volver.

Y ahora me doy cuenta de la grandeza del azul que siempre he vislumbrado en un día tal, pero que nunca he llegado a comprender en toda su plenitud pues mi corazón late en rojo, bombea, resbala y sangra. El azul es más que lágrima, más que melancolía, más que deseo, más que sueño, más que mañana, más que morriña, más que carne de gallina. El azul es cielo, el azul es mar, el azul es, ahora, tierra. El azul es felicidad.

El azul es, también, el color de tus ojos.

Quizás he llegado, sin saberlo, al cielo. Quizás. Pero déjame, de momento, que los míos los mantenga cerrados que ahora mismo no puedo permitirme el lujo de despertar y no verme azul.



.

lunes, 24 de marzo de 2008




.


La Madriguera (Los Delinqüentes)


”Niña qué tristeza hay en tu alma,

qué pena! están gritando tus pupilas,

quisiera yo unirme a ti como un par de grapas,

pero tú te cansaste de mi camisa.


Como yo soy para ti una rata,

con la flores de este carril,

tu papeles llenan mis baúles,

corazones de tinta y de jazmín.


Porque tenia yo para los dos una madriguera,

con colchones en el suelo,

con un grifo y una manguera,

pobre sería yo, si tuviera que callarme,

que los dos pasamos hambre de comernos todas las tardes.


Cuando me faltas tengo mono en la cama,

de desayunarte todas las mañanas,

pero viendo como está el panorama,

será mejor que cuente mis garrapatas.


Y si viene un día una brisa,

que a mi me guíe hasta tu bosque,

volaré yo de la alegría, ¡ay!

que no quiero que vengan vientos del norte.


Porque tenía yo para los dos,

una madriguera con colchones en el suelo,

con un grifo y una manguera,

pobre sería yo, si tuviera que callarme,

que los dos pasamos hambre

de comernos todas las tardes.


Pobre seria yo, si tuviera que callarme,

que los dos pasamos hambre

de comernos todas las tardes.”





__________________________________________




No importó que la Primavera viniera vestida de Invierno. Ni la lluvia. Ni el dormir en el suelo. No importó que el colchón no se quisiera hinchar ni que la tienda, perezosa y burlona, se pusiera en huelga cuando la quisimos montar bajo la lluvia. No importó que no viera a todos, o incluso que no viera a nadie. No importó dejar el coche sin batería para poder bailar. No importaron los 1500 kilómetros de acá para allá. No importó el frío ni la playa acurrucada capeando el temporal. No importó que el lunes me pillara casi sin acostar.


Importó todo lo demás.


Importó el techo de los eucaliptos que cantan con el aire. Importó la madriguera, el beso, la caricia, la sonrisa y la madrugada. Importó el segundo colchón y la bimba prestada ¡qué viva mi cabezonería! Importó David y su forma de trabajar disfrutando de los clientes. Importaron los vecinos que sonreían al vernos pasar tras comprobar, rápido, quién y por qué no durmió en toda la noche. Importó la caricia de la arena en mis pies y del agua en todo el cuerpo. Importó la berenjena y las cervecitas en cualquier lugar. Importó la compañía, importó. Importó el ataque de risa, brutal, e importaron las (son)risas que llegaron en son de paz. Importó la banda sonora de aquellos que quieren cantar que la felicidad existe, y para verla, sólo hace falta mirar. Importaron los acentos, las palabras bonitas, los guiños de complicidad. Importó mirar al mundo con los ojos que a mí me gusta mirar. Importaron las conversaciones, incluidas las de noticias malas que me quieren desgarrar. Importó la libertad e importó el arco iris que como puente fuimos a cruzar. Importó la luna llena y unas manos entrelazadas. Importó el abrazo fuerte, bajo las mantas. Importó la seguridad de sentirme segura a pesar del miedo que me da el que pueda vernos marchar.
.

miércoles, 19 de marzo de 2008



.

Para la libertad
(Miguel Hernández)

”Para la libertad sangro, lucho y pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho. Dan espumas mis venas
y entro en los hospitales y entro en los algodones
como en las azucenas.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño,
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño
y aún tengo la vida”


__________________________________________________



Después de las heridas que aprendieron a cricatrizar sobre el arma homicida. Después de que la carne, que late y duele al palpitar, haya aprendido a florecer cada primavera lamiendo sus heridas, gesto quedo, mirada brillante de puro mojada. Rocío que limpia y se escarcha para ti. Después del bajar, encontrar el subir. Después de que me apartaras el pelo de la cara con tu mano, suave me besaste. Entonces lo entendí todo. La vida sigue ahí.

Por ti. Para ti.

Y para mí.

Por eso, después de todo, la voy a seguir viviendo. Y te agarraré de la mano, si mañana tú flojeas, como hiciste ayer conmigo. Y te llevaré a volar. Alto, donde viven las sonrisas.






Millones de gracias a Burbu http://www.fotolog.com/oh_dirty_elektro por la foto. Preciosa la foto. Ella más.


.

viernes, 14 de marzo de 2008

Hay algo en ella...



.


“Hay algo en ella
que no consigo quitarme de la cabeza.
Puede que sea tan solo
el síndrome de abstinencia.
Nos conocimos tomando unas cervezas
en una terraza de la plaza de Chueca.

En una barra
me la encontré, me dijo que no madrugaba,
que trabajaba en la noche.
Por eso estaba pálida, cansada,
ojos oscuros, despierta la mirada.

Quédate conmigo y háblame de ti.
Cuéntame al oído qué haces por aquí.
Qué te trae por aquí, qué quieres hoy de mí.

Vamos a casa vivo muy cerca
tan solo un par de manzanas, me dijo.
Llevo en el bolso unas gafas de sol
que tengo siempre preparadas
para estos casos en que la luz del alba...
el sol y la luna se besan en la cara.

Cruzamos la raya la que separa
la noche de la mañana
con las cortinas de mi habitación
dejamos ciega la ventana
y acurrucada al borde de mi cama
su cuerpo mi lecho, mi pecho su almohada.

Quédate conmigo y háblame de ti.
Cuéntame al oído qué haces por aquí.
Qué te trae por aquí, qué quieres hoy de mí”


http://www.goear.com/listen.php?v=b150590



Me dijo que esa canción le recordaba a mí. Yo le dije que yo no trabajaba la noche, que yo la noche la disfrutaba, pero que por lo demás sí puede que fuera “muy-yo” la letra. Me dijo que si me tuviera delante me besaría.

Mientras, a años luz de todo lo que para por la red. Él sí que me besó. Y acurrucada al borde de la cama, su cuerpo mi lecho, mi pecho su almohada.



.

martes, 4 de marzo de 2008




.

Esta noche, como todas las noches desde el sábado, la he pasado en un duermevela inquieto, nervioso. Me duelen mucho los riñones desde entonces, no como consecuencia de las cansadas noches, sino al revés.

Ayer volvía del curso de doblaje en el autobús, eran las diez y media de la noche de un día eterno, sabía que había huelga de la EMT, pero tener que subir y bajar las escaleras del metro me parecía la peor idea del mundo. Mi espalda estaba de acuerdo. Por suerte y a pesar de que iba bastante lleno, encontré un sitio para sentarme. No sé en qué momento el duende que vive en aquél desván de Cáceres se puso a cantar “A la media luz de las viejas candelas, / quiero cantarte, niña, al son del aire / y ahora que vagas sola por las calles, / mi melodía...”. Y todo se vino abajo. Sola yo. Triste yo. No recuerdo exactamente cuándo me puse a llorar. Quizás llevaba tiempo así antes de darme cuenta. No me limpiaba las lágrimas, corrían libremente hasta perderse en el cuello de mi jersey.

Lo que sí recuerdo es que, de repente, con un gesto suave pero firme al mismo tiempo, la viejita que viajaba sentada a mi lado me cogió la mano. La miré, me miró. Con su otra mano me daba palmaditas en el dorso de la mía, con un gesto tan cariñoso que abrió las compuertas de mi inundación. No dijo nada. No dije nada. Pero no me soltó la mano.

Era menudita, con el pelo tan blanco que pensé que al sol deslumbraría. Le brillaban los ojos, de un color indefinido, que se mostraban cansados pero llenos de cariño. Pensé que sus nietos eran muy afortunados al contar con esa mirada. Llevaba una chaqueta gruesa de lana gris y la falda negra. Pero bajo la chaqueta se podía ver una inusitada explosión de colores. En la mano que me palmeaba, una pequeña alianza bailoteaba en el dedo retorcido y flaquito, al cuello, descansando sobre su hundido pecho en una fina cadena de oro, colgaba otra mayor.

Llegamos a mi parada, la penúltima. Ella no hizo ademán de bajar, iba hasta el final. Yo me levanté y le di las gracias. Ella asintió. Me sonrió. Yo me bajé, ya calmada.

Y tan agradecida. Porque no todo el mundo sabe preocuparse por un extraño. Y ya no hablemos de consolarlo sin necesidad de decir cosas en las que quizás no se crea. Ella sabía que dolía y con eso fue suficiente para que agarrara mi mano todo el camino. No hacía falta decir nada, porque aquella Persona arrugada y menudita sabe de sobra que si duele, en compañía, duele menos. Y que para bien o para mal, ya pasará.

En 10 minutos el quirófano preparado. Yo quisiera poder agarrar ahora tu mano. Y la de tus padres. Para que no estemos solos. En la distancia sujeto el cuarzo lleno de energía que me regaló Belén. Lo sujeto como la viejita sujetaba mi mano. Y os mando, con todo mi corazón, fuerza.


.

viernes, 29 de febrero de 2008


.



Geranio rosa.

Preferencia.

Ahuyenta males.

Espanta tormentas.

Geranio rosa.

Protector.

Guarda la casa.

Guarda mi amor.


Nunca me han entusiasmado los geranios. Las hojas tienen un tacto que me da repelús, por esa pelusilla como de piel de melocotón. Si se me ocurre tocarlos me pican las manos. Y me hacen estornudar. Además, huelen a viejo. O a vieja. Los geranios, más bien, huelen a vieja.

Pero huelen a pueblo también. Huelen a tardes tranquilas a la sombra del porche. Huelen a costura, huelen a lectura. Huelen un poco, también, a contar historias. A contar cuentos que sí sucedieron, de protagonista una versión diminuta de mí misma. O una versión igual de diminuta de mamá. O de las tías. Como el de la cabra montesina que recorre montes y valles y se come a las niñas a pares, en el que mi Mini-Madre salva a sus hermanas de la temible cabra afincada en lo alto de la Cámara. La más pequeña se arma de valor y rescata a sus hermanas a pesar del miedo, a pesar de las amenazas. Y es que el amor es así, creo. A pesar de mi escepticismo sobre el amor de pareja. El amor en el que sí creo es así. Saca fuerzas de flaqueza y valor de cobardía, haciendo grande lo pequeño. Y eso le pasó a Mini-Má.

Los geranios huelen, un poco, a todas esas cosas que se quedaron a vivir en la infancia. Al pan con chocolate. A la bici siempre lista para salir corriendo. A la piscina llena de primas. A los líos de la siesta en los que no dejábamos dormir a nadie. Al Pedrillo y sus chuches. A la Placeta. A los globos de agua. Al Molino de Viento y al Monte.

También huelen a los que no están. A mi hermanita. A mi abuela. Sé que huelen, incluso a mi abuelo, aunque yo ni lo conociera. Huelen a lágrima que tiembla, emocionada.

Pero los geranios huelen, por encima de todas las cosas, a los sueños de un niño.

Y aunque yo no me había dado cuenta hasta que no empecé a escribir esta mañana y a pesar de que sigan sin entusiasmarme, me encantan los geranios de mi casa. Y más los que crecen en las ventanas del recuerdo de mi mente cuando calla.


.

domingo, 24 de febrero de 2008

Porque dentro también puede florecer la primavera.

Y abrirse cuando yo me abro.

Regalar aroma. Mi aroma.

Rifar el amor temporero que nos acerca a la felicidad

del instante infinito que osa hablar de eternidad,

subido a mi espalda de nubes preñadas

de lágrimas de limpiar cielos contaminados…

Me has arrancado las sonrisas de raíz

y poco importa que no seas para mí,

ni yo para ti, cuando somos uno a lomos de un colchón.

Poco importa que el mañana sea un espejismo de vapores,

un brindis con la copa de nuestros sudores

si ahora mismo tú estás conmigo.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Todo



.


Corona el cielo

con sus alas.

El mundo a sus pies.

Y mi alma

de bandera,

atrapada en su pañuelo.

Hatillo con el que viaja,

hatillo que abastece...

que sacia, que calla, que vive, que mata.

Hatillo que abarca

con mi abrazo dentro de él,

todo.



.

jueves, 14 de febrero de 2008

Amor Carnal




.

Me gusta verte dormir
incluso cuando no te veo.
Tu respiración acompasada,
tranquila...
Y contigo respira la vida.
Mar de plata de olas quedas
que vienen y van,
lamiendo...
La orillita de la playa.
Como lamo yo tus rincones
por la mañana, con calma.
Aunque vengan nubarrones
nos da igual...
Y ya no duermes, finges.
La sonrisa a medio hacer
ha decidido delatarte
al palpitar...
De humedad de rocío
de mis labios encendidos
que ya no pueden esperar más.
¡Y grita!
cuando pisemos el cielo
que confundimos con el suelo
de tanto subir y bajar.


.

jueves, 7 de febrero de 2008

Color

.


M era azul. M era roja, también.

M podía ser morada y verde en la mañana. M era amarilla tumbada en la hierba. M era blanca cuando jugaba con el mar. M era miel, lila, marrón, chocolate si la muerdes. M era rosa en los abrazos. M era naranja. Morada de noche. M tenía el alma magenta y negra. M era añil. Alazán. M era celeste, prusia, cobalto, turquesa y carmesí. M era bermellón y ocre por las esquinas. M era limón, cadmio y carmín. M era violeta si le daba el sol. M era púrpura en tus brazos. M aguamarina y perla.

M era.

Pero un día M. perdió el color. Al borde del estrés ocular, M se volvió gris.

Color.

M quiere color.

Y ya de paso, calor.



“No hay razón por la que siendo un bribón tengas que hacer de payaso
no hay sitio que controles mejor que lo que abarcan tus brazos
no hay porqué sacar del tiesto los pies para montar el sombrajo
no hay tiempo de contar hasta diez cuando se viene de paso.

No hay razón para cambiar de opinión cuando se rompe en pedazos
no hay sitio a la reconciliación en el mejor de los casos
no hay porqué hacer un acto de fe cuando se tiene un fracaso
no hay tiempo que se deba perder justificando un retraso.

Ponte pues en marcha y dale color, que se oxida,
ponte pues en marcha y dale calor, que se emplea,
ponte pues en marcha y dale color, que se oxida,
ponte pues en marcha y dale calor, que se emplea”



http://www.goear.com/listen.php?v=eb345a7



.

miércoles, 30 de enero de 2008

.


Se asomó temblorosa por la ventana.

Vio libertad y quiso volar.

Luego le entró miedo. La tierra era inmensa. El cielo más.

Quiso que estuvieras ahí y que le dieras la mano.

Pero allí no había nadie.

Aún hoy sigue buscándote de nube en nube.

De árbol en árbol.

De sueño en sueño.

.

viernes, 25 de enero de 2008

.


¿Y por las noches qué harás...?

Después de batallar

entre sábanas de algodón,

miro cómo te levantas

llevándote mi mirada en tu piel,

para que te abrace con cada movimiento

tuyo.

Para que te teja mantita de terciopelo.

Abre los ojos, que yo te arropo

y sonríe de perfil el guiño de tu brillo

que me vuelve policroma,

que me moldea y soy jarra para que me llenes



de tu agua,

que riega desiertos yermos que aprenden a florecer

Y me vuelvo sirena y nado.

Floto, buceo, me abro, salto, grito, levito y te amo.


.

jueves, 17 de enero de 2008




A veces puedes encontrar una piedra en la arena de la playa, entre las conchitas, luego puedes pensar que es un pez mágico que quería que le encontraras. Entonces te sientes especial y sonríes. Con cierta gente pasa igual. Y de un tiempo a esta parte no dejo de encontrarme entre la arena gente mágica. Y es por eso que, de un tiempo a esta parte, no dejo de sonreír.

Pero siempre me puede la cautela y me pongo a caminar de puntillas, con sumo cuidado. La vida me ha hecho acostumbrarme a las ausencias más lacerantes y ese viejo miedo a la pérdida sigue siempre agazapado en las orillas de mi camino. Yo lo sé y voy con cautela. Él lo sabe y a veces hasta noto como se frota las manos de gusto. Y pienso, “joder, si pudiera babear, el miedo babearía de puro placer”. Por eso mismo a veces me aterran las sombras, supongo. Porque si hay algún sitio donde el miedo campa a sus anchas, ese sitio es la sombra.

Lo peor de todo es saber que la cautela no es suficiente para frenar ciertas sombras, para alumbrar ciertos rincones. En esos casos sólo nos queda tragar, asimilar lo tragado y procurar reponernos cuanto antes, pero sin prisas. Reponernos de verdad, joder, que la vida es casi una constante pérdida, pero también es casi una constante victoria, aunque sea compuesta de “victoritas pequeñajas” que no endulzan amarguras, sí pueden secar lágrimas. De una en una, despacito, sin empachos y aprendiendo a “aprenderaseguir”. Y no es fácil, nada es fácil, ciertamente. Pero es que si hay miedos de por medio vives el problema antes de su llegada como si ya te oprimiera el pecho con su aliento pútrido y eso es un poco como sufrir dos veces, ¿no?, o sufrir por adelantado tal vez.

Y no sé, creo que me he perdido en mis propios pensamientos y esto no camina por donde debiera. Yo venía a hablar de las personas mágicas. Y de la importancia de cuidarlas. Y de la alimentación mutua y sincronizada que hace engordar esa magia como engordan los capones navideños. Yo venía un poco a hablar de ti. Y de ti, y de ti también.

Yo venía, hoy, a dar las gracias.

Y para eso no hay que dar más vueltas.

Gracias.



.

jueves, 10 de enero de 2008

Desde que te vi




.


Te vi.

Y me gustó lo que vi.

Te sentí.

Y también me gustó.

Y si me separo de ti
no entiendo el tiempo
ni entiendo la distancia.

Por eso te di una parte de mí.
Por eso me llevé parte de ti.

Intercambio.

Comercio justo...

De carne que sólo quiere vivir,
de sentimiento, de roce de cuerpos,
de estrellas vistas a la vez,
de manos sobre tu piel de colores.


Te vi.

Y ya no puedo cerrar los ojos.


.

domingo, 6 de enero de 2008

Nuevo año, mismas sensaciones



.



A veces volvía a casa sin caricias, casi a la hora de comer, se encontraba a sí misma encaminando sus pasos hacia casa de sus padres, sin especial interés. Simplemente porque no podría sentirse en casa en ninguna otra parte en ese momento. O sí podría, pero la distancia levantaba muros de piedra en el sentir cerca, en el sentir calor, en el sentirte.

Y miraba al horizonte y contaba pasos solitarios. Su rodilla se quejaba con un dolor palpitante y sordo. En cierto modo, eso le hizo sentir viva. Y pensó. Las caricias guardadas en el baúl del cariño no tienen porqué estar tan mal. Porque pueden esperar. Porque te van a esperar. Porque el aquí y el allí se va a confundir mañana al compartir un colchón de ninguna parte, de cualquier lugar.

La carne de gallina volvió al recuerdo de sus dedos apartando el pelo de su cara. El beso de bienvenida, primero del año, quién lo diría. Y ese decir te quiero mucho con toda la naturalidad del mundo. Con la sonrisa pintada y los ojos que buscan recovecos escondidos. Y así es difícil no quererte y lo sabes. Así es difícil no suspirar. Y suspira cuando te alejas por la calle abajo, entre la persistente niebla que cubría Madrid en la Noche de Reyes. Y un pensamiento. Te regalaría mi vida si con eso supiera que la fueras a compartir conmigo con esa forma de reír, de ir y venir, de casual casualidad y abrazo tímido. Y una certeza prendida de la solapa, para que la pueda oler acurrucada en la cama: me conformo con que seas mi amigo. Me conformo con verte mañana.

Y te regalará aire pintado en papel fotográfico. Y ojos de cartón de miradas que hacen cosquillas. Ya tenemos copia para la copia de la vida. Te la acercará cualquier día.



.